Existen tantos convenios artísticos y filosóficos de la belleza,
proporciones áureas, cánones y hasta concursos que giran al rededor de lo físico
que se ha olvidado la esencia de la verdadera belleza.
La belleza se lleva en el alma, es natural,
la belleza es la actitud y los valores que rigen un camino.
La belleza no se compra ni se modifica,
no se puede establecer con reglas de mas o menos,
simplemente es.
La belleza es esa pureza innata del ser,
que tras siglos deconcentrarse en lo físico
la ha llegado a buscar y comparar en lo físico;
perdiendo así el camino y la belleza.
Ahora, con el manantial de amor de Dios
el alma se refresca, se limpia,
crece poco a poco como una flor fragante
y de nuevo llena con su esplendor al mundo.